PARQUE “EMIRO KASTOS”






Parque Emiro Kastos 1980 

Autor desconocido
Parque Emiro Kastos 1984
Foto: Samuel Gómez Gómez
Parque Emiro Kastos 1988
Autor Desconocido

Parque Emiro Kastos 2002
Foto: David Fernando Gómez Gómez

Parque Emiro Kastos 2007
Foto: Samuel A. Gómez G.

El elegante parque “Emiro Kastos”, que ocupa la plaza principal, tuvo un costo de $ 4.000.00. Al parque le dan sombra las palmas, los guayacanes, las ceibas, y una araucaria en cuyas ramas se refugian las aves que alegran el lugar. En el centro está la efigie del libertador Simón Bolívar mirando hacia la alcaldía y a un costado guarda celoso el busto del expresidente de Colombia Mariano Ospina Pérez y a sus alrededores las banquitas donde se celebra los contratos sociales de los compadres y abuelos y se dan cita uno que otro enamorado. Según testimonios orales su diseño se le debe al señor José María Viveros el abuelo de la pedagoga Estela Calle V.
En 1942, parque Emiro Kastos, imaginario del señor Daniel de Jesús Granados Cano a la edad de once 11 años. Diseño elaborado a pulso, usando como herramienta sus escenas infantiles que a sus setenta y seis años afloran lúcidamente para plasmarlas y mostrarnos el ayer un poco lejano, o un pasado cercano que nos invita a evocar los sucesos de nuestra niñez para transmitirlas a las nuevas generaciones, ellas reconocerán el legado que nos han dejado y poder construir con entusiasmo el futuro a sus hijos con un Amagá orgulloso y altivo de su raza.


En este parque podemos observar las palmeras, los guayacanes, las ceibas, y las araucarias en las que anidan las aves que alegran con sus bellos trinos; en el centro está la efigie del libertador Simón Bolívar y a sus alrededores las banquitas donadas por Pilsen Cervunión, allí se celebran los contratos sociales entre los compadres y abuelos, que ponen como testigo a Dios y como única escritura el valor de la palabra empeñada, además, también se dan cita uno que otro enamorado que con su gracia y oratoria trata de conquistar a su bella damisela.


EL PARQUE DE AMAGÁ,


VISTO POR DANIEL GRANADOS CANO EN 1.942


Don Daniel Granados Cano, ingresó a estudiar en la Escuela Alejandro Toro a la edad de ocho años como todos los niños de su época; recuerda que dicha Institución estada administrada por el Director de apellido Duque, no le
recuerdo su nombre y como docentes a Don Sacramento Giraldo, Don José Palacio, Don Roberto Botero, Don Miguel Cadavid y Don Ernesto y Freidor, sus apellidos no los tengo en la memoria. Estos maestros se caracterizaban por impartir una disciplina muy rígida, eran muy exigentes y disciplinados en su labor docente.


En el año de 1942, después de ser inaugurado el parque, el profesor de dibujo nos llevó a conocerlo, lo  recorrimos y lo observamos en detalle, luego nos exigió pintarlo en el cuaderno de dibujo; todos los niños nos sentamos en el suelo, en los muros o en las banquitas para hacer la tarea encomendada, en ese entonces estaba cursando el grado tercero de primaria.

Recuerdo, nos dice don Daniel, el parque estaba organizado de la siguiente manera: en el centro la estatua del libertador Simón Bolívar que estaba mirando hacia la Alcaldía y la Casa Cural Vieja (casa donde vivió la familia Calle Herrera, después tuvo la sede el Colegio el Rosario 1955, la biblioteca municipal 1977 y posteriormente en el año 2005 se demolió para construir allí el Centro de Acopio o plaza de mercado), los bordes eran de cemento como se aprecia en la fotografía, las calles y carreras que cruzan el parque e igualmente las escalas de entrada y salida eran de grama; luego con el tiempo se empezó a en cementar estos espacios con el producto de las multas que se les imponía a los borrachos o a las personas que insultaran o pronunciaran la palabra “hijueputa o bellaco”. El Concejo municipal mediante Acuerdo prohibió el uso de tales palabras y quien la pronunciara sería multado con un bulto de cemento, so pena de ser encarcelado por varios días. El parque se organizó a base de madrazos. Los triángulos tenían forma de montañitas y los bordes en forma de pino, la sabana sobresale tanto en el parque como en la plaza en general; junto a la imagen de Simón Bolívar estaban las bancas de cemento donadas por Pilsen Cervunión, allí celebraban los contratos sociales los compadres, parientes y abuelos, que ponen como testigo a Dios creador de todas las cosas y como única escritura el respeto por la palabra empeñada, también, se dan cita los enamorados que jurando eterno amor, pactan su casamiento, esto ocurre bajo la sombra de las imponentes palmeras, los cipreses, araucarias y guayacanes en los que anidan las aves que alegran con sus bellos trinos; no se necesitaba de basureros, porque se poseía cultura ciudadana de aseo y limpieza, todos sus habitantes teníamos identidad y sentido de pertenencia.

El municipio brindaba especial atención al parque y a la plaza en general, para ello nombró de tiempo completo a un funcionario que se encargaba de embellecerlo y hacerle el debido mantenimiento. Estar en el parque daba gusto, nos sentíamos muy orgullosos de el, pues era muy bonito y muy bien diseñado. Se le dio el nombre de “Emiro Kastos” en homenaje a uno de sus hijos ilustres, escritor de alto nivel; luego con el paso de los años, cada administración empezó a modificarlo y a cambiarle su diseño original, e incluso la posición de la estatua de Simón Bolívar, ahora está dando el frente a la fachada del templo parroquial y carece de su espada.

En el mismo orden de ideas, recuerdo que las carnicerías estaban ubicadas en el costado oriental y norte del parque, es decir, las mesas para la venta de la carne se empezaban a ubicarse al frente donde existió la cantina

“La Gata Negra” o mejor donde está la droguería Siveles, hasta llegar al frente de la Alcaldía, la venta de la carne se hacía sin ningún control de higiene, pues esta se envolvía en hojas anchas, el papel de cuido y en algunos casos en papel periódico; también se tenía venta de frutales, de ello se encargaba la señora María la Correlona y los hermanos Vanegas, las revuelterías vendían plátanos, yuca, fríjol y maíz principalmente traídos de las veredas, estos se colocaban en el suelo; los venteros eran muy pocos, recuerdo a Don Alfonso Restrepo, Milio López, Jesús Calle, Manuel Vélez, los hermanos Fernando y Manuel Colorado y un señor de apellido Rivera; la morcilla la expendía la señora Evangelina Cano, mi madre; otros vendedores eran María Jesús Usma, Julia Cano, María Quiroz y Antolina.

Los señores Juan Rafael Ángel, el papá, Guillermo Ángel y Don José Vicente Flórez (llamado el Payaso por su dotes de comicidad, pues a cualquier cosa le casaba chiste y hacía reír a todos los que lo veían), amagaseños que en varias oportunidades eran detenidos por sus escándalos públicos motivados por sus constantes borracheras; en épocas de lluvia se bañaban usando las aguas que corrían por las techumbres de las viviendas de la plaza, a su vez hacían mojarse a los agentes de policías quienes trataban de detenerlos y llevarlos a la cárcel, en aquel tiempo, los agentes, usaban como arma defensiva las bayonetas (especie de espada) con las que imponían autoridad y controlaban el orden público; recuerdo especialmente a don Jacinto Sánchez, Jesús Rivera, “Pildoro”, Aurelio Álvarez en el caso urbano, también estaban los agentes rurales

Luis Muriel y Julio Rodas en la vereda Yarumal; el Comandante se llamaba Jesús Uribe apodado “El Indio”.

Entrevista realizada por Daniel de Jesús Rivera Granados, hijo. Octubre de 2007.

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